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Pequeñas postales cerámicas: una receta de lugares y memoria

Mis imanes de cerámica esgrafiada no son simples objetos decorativos, sino fragmentos de memoria modelados a mano. Cada uno captura un rincón de alguna ciudad con la que guardo un lazo especial: Le Havre, donde nací; Montevideo, donde me formé como ceramista; Málaga y Rincón de la Victoria, que hoy son mi hogar. Como pequeñas postales hechas en barro, estas piezas cuentan historias, evocan paisajes y conectan con quienes las miran. Pero ¿Qué lleva realmente cada uno de estos imanes? Aquí te dejo la receta:  

🥄  2 años de formación en Cerámica Artística, amasados con dedicación y curiosidad.
⏳   12 horas de trabajo por pieza, repartidas en etapas donde la precisión y el cariño son clave.
🧱  Materiales cerámicos seleccionados:

  • Pellas de terracota, base de cada postal
  • Engobe blanco, que actúa como lienzo
  • Pigmentos y esmaltes para dar vida y color a los detalles
  • Un imán que espera su lugar

 🛠️  Herramientas variadas y necesarias: laminadora, puncheta, punzón, pinceles, esponjas… cada una aportando su grano de arena.
 🔥  2 cocciones de 12 horas cada una, donde el horno transforma la arcilla en algo duradero.
 💡  1 kilo de paciencia, para dejar que el proceso madure a su ritmo.
❤️  3 toneladas de amor, porque cada pieza lleva algo más que técnica: lleva un pedazo de mí, de los paisajes que amo y de las personas que los habitan.


Así nace cada uno de estos imanes, que más que un simple adorno, son una invitación a viajar, recordar y conectar. 

Vídeo del proceso completo

🎥✨ Así hago mis imanes de cerámica esgrafiada 🎨🔥

En este video, te muestro como transformó las vistas icónicas de mi ciudad de origen, Le Havre ⚓⛴️, en piezas únicas de cerámica esgrafiada. Cada imán es como una pequeña postal hecha a mano. 💙 ¡Acompáñame en el proceso! 👇

1️⃣ Moldeo la base: Trabajo con placas de terracota, las corto en rectángulos y suavizo las puntas con una esponja.
2️⃣ Aplico el engobe: Doy dos capas de engobe blanco.
3️⃣ Dibujo y esgrafío: Transfiero mi diseño y lo repaso con un punzón para revelar la terracota.
4️⃣ Primera cocción: Llevo la pieza al horno a 980°C.
5️⃣ Añado color y esmalte: Pinto con pigmento y aplico esmalte transparente (PR500).
6️⃣ Segunda cocción: Horneo nuevamente a 980°C… ¡y así nace una nueva postal cerámica!

Cada pieza es un homenaje a un rincón de una ciudad que quiero mucho. 💛 

Imanes Andalucía

Museo Pompidou

Museo Pompidou

Museo Pompidou

El contenedor del centro, conocido como El Cubo, es un edificio que siempre me ha llamado la atención por su diseño tan moderno y colorido. Este espacio ha sido desde 2015 la sede del Centro Pompidou en Málaga. Con su estructura de líneas claras y su apariencia casi futurista, El Cubo no solo destaca por su arquitectura, sino también por cómo se integra en el tejido urbano de la ciudad, ofreciendo un punto de encuentro entre arte, historia y modernidad.

La Farola

Museo Pompidou

Museo Pompidou

La Farola de Málaga fue construida entre 1813 y 1817 por el ingeniero Joaquín María Pery y Guzmán. Este faro ha sido testigo de siglos de historia y cambio en la ciudad. Originalmente ubicado en la entrada del puerto, hoy se erige como un símbolo emblemático de Málaga, un punto de referencia que conecta el pasado con el presente. A pesar de la modernización que ha ido invadiendo el barrio de la Malagueta, me gusta La Farola, ya que sigue siendo una joya pintoresca, una especie de guardiana que, con su luz, mantiene viva la esencia de la ciudad.

Jábega

Museo Pompidou

Jardín Botánico

La jábega, esa embarcación tradicional de pesca malagueña, forma parte del paisaje cotidiano del litoral. Por la tarde, cuando el sol empieza a bajar, se la ve deslizándose sobre el agua, impulsada por los brazos de quienes entrenan al remo. Para mí, encarna un símbolo vivo de la cultura marítima andaluza, un puente entre tradición y transmisión. Una escena sencilla, pero profundamente arraigada en el alma de Málaga.

Jardín Botánico

Jardín Botánico

Jardín Botánico

El Jardín Botánico La Concepción tiene una vista increíble de la ciudad y una vegetación variada, desde cactus hasta plantas tropicales, cada rincón permite recargar energías. Creado en 1855 por los marqueses de Casa Loring, este jardín es impresionante, no solo por su belleza, sino también por la diversidad de plantas procedentes de todos los continentes. Clasificado en 1943 como «jardín histórico artístico», es un verdadero remanso de paz donde me pierdo entre las palmeras, las plantas acuáticas y los majestuosos árboles.

Alcazaba

Jardín Botánico

Alcazaba

La Alcazaba de Málaga es un verdadero tesoro, un lugar donde el pasado romano y árabe se encuentran en una danza silenciosa. Pasear por sus jardines me hace sentir como si viajara en el tiempo, rodeado por los aromas embriagadores de los naranjos y el suave murmullo de las fuentes. Cada rincón de este lugar parece susurrar una historia, un recuerdo de antaño. La vista desde las alturas, que abarca la ciudad, el mar y las montañas, es simplemente mágica.

Biznaga

Jardín Botánico

Alcazaba

La biznaga es mucho más que un simple ramo de jazmines: es un pedazo de Málaga en forma de bola, que llena de vida las calles de la ciudad en verano. Su dulce fragancia flota en el aire, acompañándote a través de las callejuelas y la brisa marina. Se dice que incluso ahuyenta a los mosquitos en las noches cálidas.

Virgen del Carmen

Playa de Torre Benagalbón

Playa de Torre Benagalbón

En un pequeño rincón de los acantilados del Cantal, se encuentra el Santuario de la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores y los hombres de la mar. Siempre que paso por allí, me encuentro con gente que llega, ya sea por curiosidad o devoción, dejando ramos de flores a sus pies, siempre llenos de colores y variedades. Es el destino de mi paseo marítimo de cada día al atardecer, un lugar donde se mezcla la calma del mar con la tradición y la belleza del entorno. 

Playa de Torre Benagalbón

Playa de Torre Benagalbón

Playa de Torre Benagalbón

Esta vista es una de mis favoritas cuando bajo de casa. La playa se extiende frente a mí, con la cabina del socorrista en el centro, los palmerales que aportan un toque tropical y las montañas de Mijas al fondo. Es un paisaje que, con cada mirada, me recuerda la belleza simple y reconfortante de este lugar.

Atardecer

Playa de Torre Benagalbón

Iglesia Santa Ana

Esta vista es la de la playa de Torre de Benagalbón durante la hora dorada. Y sobre todo, esos atardeceres invernales, cuando, durante el solsticio de invierno, el sol se pone en el horizonte, esparciendo una luz anaranjada sobre toda la playa, creando un contraste impactante con la oscuridad de las montañas.

Iglesia Santa Ana

Iglesia Santa Ana

Iglesia Santa Ana

La iglesia de Santa Ana, construida a principios del siglo XVI y renovada en el XVII, es el edificio más antiguo y más importante del centro histórico de Totalán. Se encuentra en la plaza principal, un lugar pintoresco y animado, en el corazón de este pueblo blanco donde me gusta pasear. Su campanario mudéjar y un arco adyacente que conecta la iglesia con las calles cercanas me sumergen en el pasado andalusí del lugar.

Torre del violín

Iglesia Santa Ana

Torre del violín

La Torre del Violín, construida en 2010, recuerda una batalla histórica liderada por El Zagal en 1483. Según la leyenda, el ataque comenzó al sonido de un violín tocado desde una torre. Hoy, este lugar me inspira por su mural cerámico y sus vistas al pueblo y las montañas.

Río de la Plata

Palacio Salvo

El Palacio Salvo es mucho más que un simple rascacielos histórico en el corazón de Montevideo. Diseñado por el arquitecto italiano Mario Palanti e inaugurado en 1928, se alza majestuoso en el lugar donde antes se encontraba la confitería La Giralda, donde se tocó por primera vez La Cumparsita. De estilo art déco con toques eclécticos, su silueta imponente siempre me ha fascinado. Al situarme a sus pies, siento que resuenan ecos de otro tiempo. Hoy en día aún alberga leyendas y misterios que invitan a perderse en su interior… Un lugar lleno de alma, entre historia, música e imaginación.

Imanes Normandía

Playa

Hasta el fin del mundo

Hasta el fin del mundo

La playa de El Havre es para mí un lugar familiar, marcado por el sonido de las olas y el crujido de los guijarros bajo los pies. Entre estos elementos inmutables, la escultura abstracta UP#3, creada por el dúo de artistas Sabina Lang y Daniel Baumann, se impone como una presencia intrigante. Emergente entre los guijarros, transforma el paisaje y le da una personalidad única, aportando un toque contemporáneo a este lugar cargado de recuerdos.

Hasta el fin del mundo

Hasta el fin del mundo

Hasta el fin del mundo

El Bout du Monde (Fin del Mundo) siempre ha tenido algo de misterioso en El Havre. Siempre me sentí orgullosa de responder dónde estaba cuando alguien me lo preguntaba, como si fuera un secreto bien guardado. Ese orgullo creció aún más con la instalación de la escultura Jusqu’au bout du monde de Fabien Mérelle, que representa a un hombre y su hijo. Aunque desde entonces ha cambiado de ubicación, los habitantes de El Havre siguen asociando el pie de los acantilados con esta silueta contemplativa, un padre y su hijo mirando hacia el horizonte.

La Catène

Hasta el fin del mundo

La Catène

El muelle Southampton era el lugar donde íbamos a ver los barcos entrar y salir del puerto de El Havre. Situado al final de la rue de Paris, en el corazón del barrio Perret con sus edificios rectilíneos y tonos de hormigón que se confunden con el cielo gris normando, hoy se puede ver allí La Catène de Containers de Vincent Ganivet. Esta obra monumental aporta color a la ciudad a la vez que celebra su identidad portuaria.

El Volcán

El pan de azúcar

La Catène

El Volcán, diseñado por Oscar Niemeyer e inaugurado en 1982 como centro cultural, se impone en el paisaje de El Havre con sus curvas blancas que contrastan con las líneas rectas y las fachadas grises de Auguste Perret. Monumento arquitectónico para unos, sigue siendo sobre todo, para muchos niños, un enorme tobogán por el que les encanta deslizarse, transformando esta obra maestra en un auténtico campo de juego.

El pan de azúcar

El pan de azúcar

El pan de azúcar

El Pan de Azúcar es uno de los monumentos emblemáticos de Sainte-Adresse, visible desde la playa como un misterioso punto de referencia. Erigido en homenaje al conde Charles Lefebvre-Desnouettes, desaparecido en el mar, debe su existencia al amor y al duelo de su esposa, y también sirve como guía para los marineros. Pero en mi imaginación de niña, no era solo un monumento: como la casa de la bruja de Hansel y Gretel, me preguntaba si se podía comer.

Las chimenas EDF

El pan de azúcar

El pan de azúcar

Las chimeneas de EDF son lo primero que se divisa al llegar a El Havre, siluetas familiares del paisaje industrial de la ciudad. Dominan el horizonte y actúan como punto de referencia, imponiendo su presencia. Pero para mí, tienen una resonancia más íntima: allí trabajaba mi padre. Antes del cierre de la central, en Navidad, sus cimas se iluminaban con mensajes y colores, transformando esas torres austeras en faros brillantes en la noche de El Havre.

Villa Maritima

Campana de los estibadores

Iglesia Saint-Joseph

Única villa en el paseo marítimo, la Villa Marítima siempre me ha fascinado. Construida en 1890 por el arquitecto Henri Toutain para Louise Lepailleur, es testigo de un pasado ya lejano, que contrasta con la arquitectura reconstruida de El Havre. Milagrosamente salvada de los bombardeos, fue sin embargo abandonada en los años 90. De niña, la imaginaba llena de historias y misterios, una mansión detenida en el tiempo, enfrentada al viento marino.

Iglesia Saint-Joseph

Campana de los estibadores

Iglesia Saint-Joseph

La iglesia de Saint-Joseph de El Havre, diseñada por Auguste Perret, simboliza la resurrección de la ciudad tras la guerra. Su torre-lámpara, como un faro, es visible a kilómetros de distancia. Pero es su interior lo que más me impacta: la luz de los vitrales inunda el espacio con colores intensos, creando una atmósfera casi mágica. Es fácil dejarse llevar por la belleza de este lugar, suspendido entre el pasado y la renovación.

Campana de los estibadores

Campana de los estibadores

Campana de los estibadores

La Campana de los Estibadores de El Havre, poco conocida entre los habitantes de la ciudad, fue construida en 1911 por el ingeniero Jacquet. Su campanario, de ladrillo y concreto, coronado por una cúpula de zinc, albergaba una campana de bronce fundida en Annecy. Esta campana, conocida como la Campana de los Estibadores, sonaba 14 veces al día, de 6:30 a 23:00, marcando el ritmo del trabajo de los estibadores desde 1911 hasta 1962. Me imagino ese sonido resonando a lo largo del muelle, como un eco del pasado, un testimonio vivo del vínculo entre El Havre y sus estibadores.

Museo Malraux

Museo Malraux y semáforo

Campana de los estibadores

El Signal, escultura monumental encargada por el Estado en 1956 a Henri-Georges Adam, se integra armoniosamente frente al Museo Malraux, en el barrio Perret. Con sus líneas depuradas y su forma geométrica, resuena con la arquitectura moderna del Havre. Punto de referencia visual, establece una relación sutil con el museo y el mar cercano, marcando la entrada al arte y la cultura mientras se enraiza en la historia de la ciudad.

Museo Malraux y semáforo

Museo Malraux y semáforo

Museo Malraux y semáforo

El Museo Malraux, El Signal y el semáforo detrás, son para mí los recuerdos de innumerables paseos por la playa y el muelle Southampton, donde, de pequeña, íbamos a ver los barcos. El museo, con su diseño único, tenía algo de mágico, casi suspendido entre la naturaleza y el arte. En su interior, las obras de Eugène Boudin, entre otras, decoraban las paredes del museo, sumergiéndonos en la belleza de la campiña normanda y su verdor.

Puerto del Havre

Museo Malraux y semáforo

Museo Malraux y semáforo

La salida del puerto de Le Havre es un verdadero teatro marítimo. Cada partida de barco —ya sea velero, crucero o portacontenedores— abre un paréntesis hacia lo desconocido. Al verlos alejarse, imagino las grandes travesías de antaño, las rutas hacia América Latina o Asia... Un espectáculo cotidiano que invita al viaje y hace soñar con horizontes lejanos.

Estanque del Comercio

Estanque del Comercio

Estanque del Comercio

Una de mis vistas favoritas de Le Havre: el Volcán, el bassin du Commerce y la iglesia de Saint-Joseph se recortan sobre un cielo encendido por la puesta de sol. Las líneas modernas, el agua tranquila y la silueta emblemática de la iglesia forman una escena a la vez poderosa y serena. Una verdadera postal viva que nunca me canso de contemplar.

Etretat

Estanque del Comercio

Estanque del Comercio

Este lugar mítico, donde, de niña, me preguntaba dónde estaba la entrada de la cueva que conducía a la Aguja Hueca, donde Lupin, el « caballero ladrón », habría escondido el tesoro de los reyes de Francia, siempre me ha fascinado. Es un lugar de una belleza natural impresionante, pero también un sitio lleno de leyendas que parecen cobrar vida en el murmullo del viento y el vaivén de las olas. Cada piedra, cada pliegue de la tierra, parece guardar un secreto, un misterio suspendido entre la realidad y la ficción.

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